Antes que llegue la primavera (antiguo)
Cuando ese frió martes cayeron los primeros copos de nieve en el patio del
colegio, todo parecía una postal de navidad, ya en el centro olíamos castañas
tostadas y tomábamos vino caliente en tazas con motivos navideños, pero ese
martes nada era real. Los rumores por los pasillos del colegio tenían un eco
gris, ensordecedor, como el sonido de una lata vacía de café contra el piso.
Nadie hablaba todos se miraban asintiendo con las cabezas y abriendo los ojos de
manera anormal como poseedores de una verdad terrible.
Caminar por esos pasillos era parte de un cuadro surrealista, todo era en cámara
lenta, pasos, metros...la nada misma, se tornaba eterna tragando ese
presentimiento amargo como el té recién colado. Entro al baño y veo a Hanna
llorando, mordiéndose su puño apretado, blanco de frío y presión ejercida.
La llevo al patio, cerca de la fuente que construimos en
verano en un proyecto
de biología, nos sentamos y le hago un cigarro de
tabaco, después de unas tres
bocanadas empieza a hablar, palabra tras
palabra, desenredando la historia que
colgaba hace semanas por los pasillos
del colegio, en la parte de atrás del bus
escolar y dentro de los casilleros
de gimnasia. Mucho se dijo, pero nadie estuvo
cerca de la verdad, nadie
imagino tal desenlace.
Unas semanas antes de que empezara el invierno un profesor nos preguntó si
habíamos visto a Mark o sabido algo de él, nadie tenia la menor idea, nadie
sabía donde el y su novia se habían ido, ya eran parte de las legendas urbanas
que se cuentan en los recreos, la historia romántica que todo adolescente sueña
a los doce, trece años. Ambos partieron sin dar una explicación luego que los
padres de Anette le prohibieran verse,... se marcharon sin rumbo, a Francia
según algunos a Suiza según otros. Y a estas alturas los imaginábamos en alguna
mesita de mármol tomando café ou lait o en suiza nadando en chocolate semi
amargo. Nadie respondió cuando los padres entraron a la sala junto al
profesor...todo era un silencio al borde de la risa. Para nosotros era una
aventura amorosa, nada más.
Hanna me pide que la acompañe esa tarde a ver a su
hermana, subimos las escaleras estériles con olor a desinfectante y paredes
color "nada", pieza 304, antes de entrar me mira y me pide que la ayude a
convencer a sus padres que dejen que Mark entre, una vez, un segundo, para
despedirse. Al entrar respiro resignación en el pesado aire y no enfoco a nadie
más que la pálida figura de Anette en la cama,..... por la ventana se ve caer la
nieve....
Viajaban por el sur, entre la selva negra y la
frontera cuando se quedaron sin plata, a ninguno le pareció importante,
pretendían trabajar de meseros en algún bistró o limpiar jardines por monedas,
aun el invierno estaba lejos y no era problema dormir en carpa a la intemperie.
Anette con su dulzura innata convenció al dueño del terreno donde acampaban de
ayudar en las faenas de la casa, preparar mermeladas y conservas de fruta para
el invierno, mientras Mark cortaba leña y ayudaba a vaciar pozos y cañerías
antes de la primera helada. Pasaron varias semanas, ya se sentían de la zona,
pero a medida que llegaba el frío la pequeña carpa se hacia más y más gélida. La
abuela de la casa les ofreció invernar en el cuarto de máquinas donde
estaba la caldera y el ambiente era cálido. Aceptaron felices.
Una mañana Mark salió temprano a cortar leña y no volvió hasta
la noche, se habían entretenido en el bosque siguiendo jabalíes y renos que
pensaban ir a cazar el próximo viernes. Cuando entro al cuarto, Anette estaba
sentada en una esquina, llorando. Entre lágrimas le contó como ese día después
de servir la comida el tío que estaba de visita la había arrinconado, tomado por
el pelo y forcejeado hasta apoyarla sobre la mesa de la cocina, más de alguien
entró pero nadie osó decir algo, Anette solo pudo cerrar los ojos y esperar que
pasara todo.
En ese cuarto de hospital todo olía igual,
todo se veía igual,... la gente, las flores...todo intento de color era
absorbido por el "gris" de las paredes...escucho como discuten, como le niegan a
Mark entrar a ver a la pobre Anette, que ya es parte de la decoración magra de
la pieza. Escucho como lo culpan injustamente, como dicen que él la obligó
a todo, que él se la llevo de casa, que fue él todo una y otra vez....siento
como Hanna se desvanece, se hace pequeña hasta explotar en una mezcla de llanto
y gritos, regurgitando toda la verdad en las caras atónitas de los presentes.
Silencio absoluto, nadie dice nada...silencio espeso y absoluto....
Cuando Mark logra por fin consolar a Anette y limpiándole la cara con
una toalla de algodón, deciden juntos volver a casa, enfrentar a sus respectivas
familias y tratar de olvidar lo ocurrido, esperar en secreto el tiempo que les
restaba para la mayoría mínima de edad para que nadie los separara.
Anette apaga el cigarrillo y me mira a los ojos, me dice que cuando Anette se
dio cuenta del embarazo se volvió delgada y silenciosa, caminaba por los
pasillos como alma en pena, hasta que un día le pidió ayuda...viajaron juntas a
una casucha vieja y maloliente sin más instrucciones que una hoja de papel
arrugada en la parka de Anette. Hanna la espero afuera, minutos, horas..Hasta
que decidió entrar. Hanna prende otro cigarro pero lo deja olvidado entre sus
dedos mientras me narra como envolvió a su hermana en vendas y frazadas
para volver a casa sin llamar la atención de nadie. Nadie supo que Anette
sangraba bajo esas mantas, a nadie le pareció raro que la fiebre la atacara en
medio del otoño, nadie pensaba más allá de una pulmonía.
La enfermera le da un vaso de agua a Hanna frente a las aún
atónitas miradas de todos los presentes. Nuestras miradas se cruzan, miradas que
recorrieron la pieza entera y reposaron sobre la cama de Anette. Algo me hizo
caminar hacia la puerta, una sensación extraña y muy determinada para los cortos
doce años que tenía...afuera Mark, más pálido que la bata blanca de la
enfermera. Lo tomo de la mano y entro a la pieza nuevamente, ya nadie tiene
ganas de pelear ni alzar la voz...ya nadie lo culpa de nada....en el aire se
respira resignación.
Bajo la sombra de los árboles cerca de la fuente a medio construir,
conversábamos de todo un poco, trazábamos planes para el verano que se nos venía
encima y nos escondíamos del profesor de biología,...nadie quería seguir
estucando ni pintando. Mark se para y saca su cortaplumas suiza del bolsillo y
talla un corazón en la corteza: M+A, todos sonríen, por fin!! Hanna pregunta
cuánto tiempo llevábamos ya esperando que estos dos se dieran cuanta de las
miradas y sonrisas que todos ya habíamos percatado "2 años" dice Mark, "hace dos
años que estoy enamorado de tu hermana".
La nieve parece redoblar esfuerzos por tapar la vista,
en la ventana sólo se ve la blanca eternidad, y aquí adentro el tiempo parece
estar quieto. Mark sentado a los pies de la cama habla dulcemente de planes
futuros, su voz es la calma misma. Los paisajes que describe están llenos de
sol, lejos del bosque y del invierno, sus planes incluyen todo lo que puede
incluir un relato feliz, sus planes incluyen la bendición de ambas
familias....nadie contradice su relato...."antes de la primavera, ya
verás.....", le dice dulcemente tomando su mano pálida, y ella sabiendo
entre el delirio de la fiebre que era una promesa imposible le sonríe
cálidamente antes de entregarse a su destino.
Las flores que dejó sobre su pequeña tumba se marchitaron con el
deshiele de ese invierno.
(1994...más o menos...)